El océano. Esa vasta, profunda, deslumbrante masa de agua azul celeste y aparentemente interminable que acuna el planeta que llamamos hogar y lo define desde el espacio. El emblemático planeta azul o el pálido punto azul suspendido en un rayo de sol inmortalizado por Carl Sagan. Un recurso natural increíblemente rico cuya belleza, abundancia y misterio son materia de leyenda. Ha inspirado a poetas y videntes durante milenios, como Amanda Gorman, que invocó en su Oda a Nuestro Océano: “Que los mares nos ayuden a ver la curación y la esperanza; Que cantemos la supervivencia y el renacimiento del océano”.

El océano proporciona alimento, oxígeno y regula el clima

Sin embargo, cuando algo está más allá de la mayor parte de nuestras esferas habituales de movimiento y de nuestra vida cotidiana, se convierte con demasiada facilidad en algo “fuera de nuestra vista, fuera de nuestra mente”, aunque sin ello, sencillamente, no podríamos existir.

El océano proporciona más de la mitad del oxígeno del planeta. Proporciona alimentos y nutrición crítica a miles de millones de personas y medios de vida a otros millones empleados en sectores como la pesca, la acuicultura y hasta el turismo, el transporte marítimo y las energías renovables.

Un océano próspero es clave para garantizar las defensas costeras durante fenómenos meteorológicos y tormentas cada vez más volátiles, especialmente en comunidades, ciudades y estados costeros vulnerables. El océano es nuestro sumidero de carbono más importante: absorbe el exceso de calentamiento global y amortigua el cambio climático.

El océano puede sobrevivir de una forma u otra, pero si no prospera, una cosa es segura: no podremos sobrevivir. Ya sea un joven trabajador tecnológico en Bangladesh, una abuela en Botsuana, un periodista en Bulgaria, un procesador de pescado en Brasil o un artista en Bélgica, todos necesitamos el océano para nuestras vidas, cada segundo de cada día.

Casi dos tercios de la superficie del planeta son océanos, y los mares constituyen el 95% del hábitat total de la Tierra en volumen. Pero, por increíble que parezca, hasta ahora solo el 1% de la alta mar ha estado bajo algún protocolo de protección y solo el 39% del océano se encuentra bajo la jurisdicción nacional de los distintos países. ¿Y el resto? Se ha convertido en un Viejo oeste salado. El primero en llegar es el primero en ser servido, el ganador se lo lleva todo, hoy aquí, mañana no. El resultado ha sido un período agonizante de sobreexplotación, con muy poca consideración por la salud de los recursos naturales que alberga, y con total impunidad. La humanidad se ha disparado proverbialmente en el pie o no ha tenido en cuenta a las generaciones futuras, que necesitarán un océano próspero para sobrevivir.

El histórico Tratado de Alta Mar

Pero por fin se han quitado las anteojeras. Tras más de una década de conversaciones y negociaciones, los Estados miembros de las Naciones Unidas han acordado un Tratado de Alta Mar que garantizará la protección y el uso sostenible de la biodiversidad marina de las zonas situadas fuera de las jurisdicciones nacionales. Por primera vez en la historia, se establecerán normas para gestionar y gobernar eficazmente ese vasto yermo azul del que dependemos para gran parte de nuestras vidas, pero cuyo el 99% ha estado hasta ahora sin gobernar.

La Agenda de Acción para los Océanos del Foro Económico Mundial y Amigos de la Acción para los Océanos, una comunidad diversa de líderes mundiales que representan a una amplia gama de sectores y geografías comprometidos con la aceleración de soluciones para un océano saludable, emitieron una declaración en enero de 2023 en la que pedían una acción para los océanos a través de una serie de oportunidades clave este año -entre ellas, esta Conferencia Intergubernamental sobre Biodiversidad Marina de las Zonas Fuera de la Jurisdicción Nacional (ahora en su quinta iteración reanudada, o “IGC5bis”). El grupo ha recibido con gran satisfacción este acuerdo de un pacto de la ONU para los océanos.

 

Uso responsable de los recursos marinos

El Tratado de Alta Mar incluye un acuerdo para imponer protección estricta del océano fuera de las fronteras nacionales y normas para el uso sostenible de sus recursos. No se trata de hacer que la naturaleza permanezca intacta, sino de aplicar un criterio de precaución para utilizar los recursos marinos de forma responsable -en contraste con el actual “Viejo Oeste” de alta mar- a fin de garantizar que no esquilmemos los ecosistemas oceánicos y no dejemos nada para mañana.

Al proporcionar las herramientas para establecer y gestionar áreas marinas protegidas (AMPs), el nuevo tratado es una contribución masiva para poner en práctica el Marco Global de Biodiversidad de la ONU acordado en diciembre de 2022 en Montreal en el Convenio sobre la Diversidad Biológica. En él, los países se comprometieron a proteger el 30% de las zonas oceánicas, terrestres y costeras para 2030 (lo que se conoce como “30×30”).

El nuevo Tratado de Alta Mar estipula que deben realizarse evaluaciones de impacto ambiental antes de proceder a cualquier nueva explotación de los recursos marinos en zonas situadas fuera de las jurisdicciones nacionales. También incluye disposiciones que permiten compartir equitativamente los conocimientos, tecnologías y beneficios de los recursos genéticos marinos. Estos elementos pueden utilizarse en productos que van desde complementos alimenticios y cosméticos hasta medicamentos que salvan vidas, y las investigaciones en curso pueden reportar beneficios aún desconocidos a la humanidad en los años venideros.

Momento histórico

Los gobiernos nacionales aún tienen que adoptar y ratificar formalmente este acuerdo para que el tratado entre en vigor, pero como dijo la Presidenta de la conferencia, Rena Lee, al bajar el martillo a última hora de la noche del sábado en Nueva York: “el barco ha llegado a la orilla”. Sin duda, proteger mejor la alta mar e imponer una gestión cuidadosa de los recursos marinos mitigará a su vez el impacto acumulativo de actividades con un coste potencialmente elevado, como el transporte marítimo y la pesca industrial, en el círculo virtuoso de una economía azul sostenible que beneficie por igual a las personas y a la naturaleza.

Todos los seres humanos del planeta descienden de la vida oceánica. Necesitamos el océano más de lo que pensamos. La actuación de los Estados miembros de la ONU estos días en Nueva York es digna de elogio y aplauso. Todos los miembros de la comunidad mundial, en todos los sectores, debemos actuar juntos -tanto por nuestro propio bien como por el de la vida oceánica- para celebrar, aplicar y supervisar la eficacia del nuevo Tratado de Alta Mar. Ya es hora de que el océano reciba la protección que merece.