Situada frente a la costa de Queensland, la Gran Barrera de Coral australiana es la estructura viva más grande del planeta, de mayor tamaño que Italia. La Unesco la declaró Patrimonio Mundial de la Humanidad por su espectacular belleza, pero los corales también cumplen una función crítica para la salud de la Tierra: se consideran los pulmones del océano y constituyen el hábitat de miles de especies de peces y moluscos.
A principios de los 80, un grupo de científicos australianos descubrió que los corales solo se reproducen una vez al año, cuando simultáneamente desprenden millones de óvulos y espermatozoides que se encontrarán en la superficie del mar para formar larvas. Entre estos científicos se encontraba el biólogo marino Peter Harrison, de la Universidad Southern Cross, que ha dedicado toda su carrera a estudiar la capacidad regenerativa de los corales. En la última década ha visto como el cambio climático amenaza este proceso natural. Las altas temperaturas han provocado tres episodios de blanqueo masivo en los últimos cinco años, cuando los corales expulsan las algas que los alimentan y por tanto pierden su color, volviéndose blancos: “La diferencia entre vida y muerte para los corales durante el verano es de solo 1,5 o 2 grados centígrados. Si el agua del mar supera la temperatura máxima habitual a la que están acostumbrados los corales más de 1,5 o 2 grados, entonces empiezan a blanquear. Y si este estrés continúa durante semanas y meses, los corales mueren porque se quedan sin energía.”
“Los corales son uno de los ecosistemas que están en la primera línea de batalla contra el cambio climático. Si estamos dispuestos a dejar que los corales del planeta mueran sin hacer nada, ¿entonces cuándo empezaremos a tomárnoslo en serio?”
Si hay menos corales capaces de reproducirse, y solo tienen una oportunidad al año para hacerlo, significa que el ciclo natural de recuperación no es lo suficientemente largo para que los corales se regeneren. Cuando Peter Harrison descubrió que los corales necesitaban la intervención humana para sobrevivir, desarrolló una técnica de reproducción asistida para multiplicar su capacidad de procreación. A través de este método, su equipo recolecta óvulos y esperma desprendidos por los corales (antes de que se pierdan o se los coman otros animales) y los agrupa en una red en forma de piscina flotante en el mar para que formen las larvas. Después transfiere las larvas a las zonas más deterioradas del arrecife para que se recuperen. Harrison ya demostró que la técnica funciona con varios experimentos a pequeña escala que empezaron en 2016, pero este año lidera un ambicioso proyecto para fecundar in vitro áreas más extensas de la Gran Barrera. Hay un elemento clave que garantiza el éxito de su fórmula: el biólogo escoge con precisión la zona de trabajo y solo cosecha óvulos y esperma entre los corales que han sobrevivido temperaturas altas sin blanquearse. De esta forma refuerza el proceso de selección natural para crear corales resistentes que, cuando sean adultos y capaces de reproducirse, transferirán estos genes más adaptables a su descendencia: “La tolerancia al calor es muy importante porque realmente no tiene sentido hacer todo este esfuerzo para crear poblaciones de coral que son similares a las que murieron. Por tanto, el objetivo es ayudar la naturaleza aumentando el ritmo con que podemos distribuir estas larvas más tolerantes al calor dentro del ecosistema para que tenga más posibilidades de sobrevivir futuros eventos de temperaturas altas.”
Después de años de investigación, Harrison es capaz de obtener centenares de millones de larvas, pero para que el proyecto se pueda desarrollar a gran escala se necesita la intervención de la comunidad. Con este objetivo la Fundación de la Gran Barrera de Coral, la principal organización encargada de proteger el arrecife, está estudiando la manera como obtener el mayor impacto regenerativo con el menor coste. Su directora Anna Marsden ha decidido involucrar a uno de los sectores más activos en la zona: “Los operadores turísticos que llevan visitantes a maravillas marinas son los guardianes definitivos de estos ecosistemas. El 2020 ha sido un año muy difícil para el turismo en la Gran Barrera de Coral por culpa de la covid. Pero como muchas de las pequeñas empresas aún querían trabajar, ha resultado ser el año perfecto para enseñar a las embarcaciones turísticas esta técnica de fecundación. Gracias a ello, ahora contamos con un ejército mayor de ecologistas que han recibido la formación para participar en el proyecto.”
El plan de Marsden es que muy pronto los turistas que se sientan atraídos por esta maravilla submarina se conviertan en “ciudadanos científicos” por un día y participen activamente en su salvación: “Los corales son uno de los ecosistemas que están en la primera línea de batalla contra el cambio climático. Así que son el mejor símbolo de lo que está ocurriendo y cómo están respondiendo los humanos. Si estamos dispuestos a dejar que los corales del planeta mueran sin hacer nada, sin cambiar nuestros hábitos ni ayudar a estos ecosistemas a adaptarse al cambio climático, si no nos tomamos en serio su supervivencia, ¿entonces cuándo empezaremos a tomárnoslo en serio?”
Hace tiempo que el ecoturismo funciona con éxito en Australia. En uno de los centros de conservación del gobierno de Queensland han sabido sacar provecho del interés que los turistas tienen por ayudar y los han involucrado en su misión para monitorizar las tortugas marinas que viven en la Gran Barrera de Coral. Durante el período de cría, entre noviembre y marzo, cada noche unos 70 visitantes ayudan a los guías a contar los huevos que ponen las tortugas en la costa. Es una experiencia tan popular que todos los tickets se han agotado para esta temporada.